jueves, 19 de marzo de 2015

ISIS Y OSIRIS: RESUCITAR ANTES DE JESÚS

Osiris fue un dios magnífico, el dios de la vegetación, Osiris,  un dios bondadoso y civilizado que enseñó la agricultura a sus devotos súbditos. Y esa pasión por la siembra y la recolección ofrece un aroma familiar a quienes hemos sido educados en la cultura cristiana y en las enseñanzas de Jesús, repletas de parábolas de sembradores, de espigas y cosechas.

Plutarco narra, en Los misterios de Isis y Osiris, que este dios decidió un buen día llevar sus conocimientos a otros pueblos los que buscan ejemplos cristianos podrían pensar en que salió a predicar su particular buena nueva a los gentiles, y para no dejar a la deriva el timón de su reino dejó su gobierno en manos de su hermana y esposa, Isis.

Esa decisión política disgustó a su hermano Set. Set no se creía inferior, ni mucho menos, a su hermano Osiris, y fue así como este Judas egipcio comenzó a tramar la desgracia para su bondadoso hermano, para lo cual se las ingenió hasta conseguir una camarilla de cómplices que sumaron la curiosa y provocadora cifra de setenta y dos (7+2=9. Un sospechoso número templario, una enéada oscura).

En Plutarco leemos cómo, sin que se nos explique la manera en que tal cosa sucedió, Set descubre la longitud del cuerpo de Osiris en secreto. Y con esos datos manda construir un arca de madera con la medida justa para acomodar allí el cuerpo de Osiris. A partir de ese momento, los hechos se precipitan. Se organiza un festejo (curioso, puesto que a Jesús lo traicionan, supuestamente, tras la celebración de otra fiesta, la de Pascua), y en mitad del sarao toma la palabra Set y anuncia a todos los asistentes que regalará el arca a quien se meta en ella y, como si de una Cenicienta egipcia se tratase, se pueda acomodar en su interior porque tenga su medida exacta.

Ante el reclamo del premio, los candidatos no se hicieron esperar, pero, por supuesto, solo a uno le iba a la medida el cajón: era Osiris. Y no me más que echarse este en el interior cuando se activó la conjura: manos pagadas sellan el cofre; manos alertadas clavan los clavos; manos traidoras lo lanzan al río. ¡Era el fin de Osiris!

Aquella arca maravillosa, ahora convertida en ataúd del Dios, navega por el río de la vida de los egipcios, llega al mar y no se detiene hasta quedar varada en Biblos, Fenicia.
A partir de ese momento, Isis se convierte en protagonista de esta historia, como luego sucederá con María Magdalena.

La diosa, esposa y hermana, se echa al mundo y no ceja en su empeño hasta encontrar a su difunto esposo. Recoge el cadáver y lo traslada, en pálida y dramática excursión, hasta su casa, pero Set no duerme, porque el mal es preciso para conocer el bien. Y al poco de llegar el difunto, el hermano malo de esta historia se apodera de sus restos y los trocea hasta que le queda así lo que antes fuera Osiris: cabeza, corazón, pecho, ojos, brazos, pies, orejas, tibias, muslo, puño, dedo, espina dorsal, nuca y falo. Y a este último no lo citamos en la cola, sirva el juego de palabras, por ser el menos importante, que no lo es, sino porque ahora mismo lo vamos a echar mucho de menos, como le sucedió a Isis.

Y es que Set ordena que esos fragmentos de Osiris se esparzan por el Nilo, creando así, sin pretenderlo, la cultura de la reliquia. Pero Isis, con la fe de los dioses y el amor de las mujeres, ahora en compañía de su hermana Nephtis, emprende la fatigosa tarea de recuperar a su disperso difunto. Y lentamente va recuperando los trozos hasta que le queda casi completo, pues no hubo manera de dar con el falo. No obstante, empleando artes mágicas, que ya quisiéramos conocer, Osiris resucita al tercer día en una pirueta memorable y que todos creeríamos imposible de repetir si no fuera porque otros dioses solares, y también Jesús, fueron capaces de emularla.

Pero no solo eso, sino que vuelto a la vida de tan increíble manera, Osiris, sin falo que valga, es capaz de concebir con Isis a su hijo Horus. Y siendo así el apareamiento, habrá que deducir que la esposa no perdió su virginidad, con lo que en seguida se atan cabos y tenemos aquí a una virgen pariendo a un niño.

Tamaño milagro tuvo consecuencias espectaculares: probó que tales prodigios eran posibles y permitió al malvado Set encontrar la horma de su zapato, pues será Horus quien acabe con su vida.

Será Horus quien combata contra el mal, y es que hasta en el nombre de Set podemos encontrar retumbos cristianos (Satán). Y en esas engarras Horus perderá un ojo, pero eso, que sería fatal para nosotros, no lo es para los dioses, puesto que Thot, el dios de la magia por excelencia, le coloca el ojo en su sitio a Horus y este puede volver al combate hasta que finalmente derrota a Set, no sin antes castrarle.