El paquete de intervención a gran escala en los mercados anunciado por el Gobierno de Estados Unidos para intentar contener los efectos del terremoto financiero está desatinado, pues no responde directamente a la crisis inmobiliaria, la raíz del problema. Así lo cree y así lo expresa el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, para quien “esto solo es el principio de la crisis”.
Los mercados han recibido con exuberancia el anuncio de una intervención de cientos de miles de millones de dólares, pero Stiglitz dijo en esta entrevista que concedió a la agencia de noticias Efe que el ciudadano común debería estar muy preocupado, pues Estados Unidos, a su juicio, está al borde de la recesión.
En lugar de comprar la deuda “tóxica” de los bancos, que nadie quiere, el Gobierno debería conseguir la renegociación de las hipotecas de las personas que están con el agua al cuello, dijo.
Stiglitz cree que la crisis es una consecuencia de la “mala gestión” de la administración de George W. Bush y de la Reserva Federal, que no supervisó debidamente el sistema financiero y emborrachó a Wall Street con liquidez antes de la crisis.
También la vincula con Iraq, que es “La guerra de los tres billones de dólares”, según reza el título de su último libro, en el que da una estimativa “conservadora”, según él, del costo del conflicto para Estados Unidos.
Stiglitz, quien recibió el Nobel en 2001 y ahora es profesor en la Universidad de Columbia, habla desde el bando demócrata y con conocimiento de los entresijos del Gobierno, pues fue el principal consejero económico de Bill Clinton cuando era presidente.
Actualmente asesora a Barack Obama, el candidato presidencial demócrata, pero en la entrevista dijo hablar en nombre propio.
¿Qué opina del programa de intervención en los mercados financieros anunciado por el Gobierno de Estados Unidos?
Creo que ni es suficiente ni se ha hecho de forma correcta ni aborda el problema fundamental, que es la gran cantidad de ejecuciones de hipotecas. El sistema se está desangrando por el peso de la deuda y parte de esa deuda se debe a la guerra en Iraq.
¿Usted ve un vínculo directo entre ese conflicto en Iraq y la crisis financiera?
La guerra ha contribuido al debilitamiento de la economía. En el 2008-2009 está previsto que tengamos el mayor déficit presupuestario de nuestra historia. La guerra también ha contribuido al alto precio del petróleo. Hemos drenado nuestra economía para comprar petróleo. Eso fue el motivo de la amplia liquidez (suministrada por la Reserva Federal antes de la crisis): aminorar los efectos de un gasto tan alto en Iraq, pero por supuesto, con eso se creaba un problema en el futuro.
Es sorprendente que la economía estadounidense siga creciendo, aunque lentamente, pese a la crisis financiera. ¿Cómo ve usted sus perspectivas?
El desempleo ha subido, al 6.1%, y probablemente se eleve sustancialmente más. Esa es una de las razones por las que esto es sólo el principio de la crisis. Nos dirigimos lentamente hacia un descarrilamiento económico que exacerbará los problemas financieros. A medida que los ingresos caigan, los precios de la vivienda bajarán más y habrá más desahucios, así que estamos dentro de una espiral y nadie hace nada para pararla. Hay una probabilidad significativa de una recesión en los próximos trimestres.
¿Cómo evalúa la situación actual de los mercados?
La situación es mucho peor de lo que usted imagina, como demuestra que el mercado monetario casi se colapsara el jueves. Incluso gigantes industriales pueden afrontar problemas de liquidez ahora. Los problemas son muy graves. Es lógico que tras ocho años de mala gestión económica (el mandato de George W. Bush) haya esta falta de confianza.
¿Qué debería hacer el Gobierno para frenar la crisis?
Podemos fomentar la renegociación de las hipotecas para que menos personas tengan que declarar la bancarrota. No le ayuda a nadie que la gente se vean obligadas a salir de sus casas.
¿Cree que una regulación deficiente ha jugado un papel en la crisis?
No hay duda. El problema no es solo la falta de regulación, sino la falta de aplicación de las normas. Hemos aprendido que no se puede dejar a los bancos de inversión regularse a sí mismos. No se puede dejar a la Reserva Federal, que está aliada estrechamente con los banqueros, a cargo de toda la regulación del sistema financiero. Se suponía que la Reserva se llevaba el ponche cuando la fiesta se vuelve escandalosa, pero en su lugar echó más alcohol.
Fuente: La Prensa Gráfica